¿Cuántas veces te has sorprendido a ti mism@ perdiendo el control?, ¿hasta qué punto tus reacciones son dueñas de ti mism@ y no al revés?, ¿si pones atención en tu día a día, que porcentaje de tiempo actúas, verbalizas, “haces” en automático? Y ahora, la pregunta confrontativa del millón: ¿Sientes que tienes el control sobre ti mism@?, ¿Y sobre tu vida?
Ser capaz y darte el permiso de contestar (te) estas preguntas, es el elemento esencial para empezar a tomar conciencia para contig@ mism@. Si nos damos cuenta, hay cierta facilidad en “hacer responsable al otro” de lo que me pasa. No obstante, el cómo reaccionamos; esa actitud que decido tomar (inconscientemente) ante una situación X, sólo depende de mi mism@. Así que, lo siento mucho pero, la cantarela de “Yo hago esto porqué TU…” queda oficialmente obsoleta. Y con esto, me posiciono en la radicalidad con el fin de destapar ese mecanismo de defensa al que la población recorremos sin cesar (¡me incluyo!): La Proyección.
¿Os acordáis de ese famoso refrán de es más fácil ver la paja en ojo ajeno? Pues la cosa va más o menos por esos lares. Piénsalo: Cuanto más (te) niegues tu parte de responsabilidad ante una reacción TUYA, menos dueño de ti mism@ eres. Uno mismo puede decidir cambiar aquello que no le es beneficioso para sí pero, pretender cambiar al otro y a su forma de responder ante la vida, es una hazaña imposible y, para que no decirlo, egoísta.
Llegados a este punto, soy consciente de que “darse cuenta” no resulta algo costoso. Eso sí, el pasar a la acción y empezar a modificar reacciones automáticas, más aun cuando llevo toda una vida haciéndolo, aumenta la complejidad de esa posible transformación en mí. Tanto es así, que con la mayoría de mis pacientes siempre acabamos topándonos con dicha dificultad; dificultad que nos lleva, inevitablemente, a trabajar con su niñ@ interior ¿Quién si no tendría tan poco interés en cambiar?
El niñ@ interior es quién normalmente nos sabotea. ¡Cuidado! Con esto no quiero decir que sea una parte “mala” de nosotros mism@s: Al contrario. Su papel no es otro que el de mensajero; es quién nos viene a recordar que tenemos temas sin resolver en nuestro corazón. Es el espejo de nuestras carencias. Pero, ¿qué pasa cuando no le hacemos caso a un niñ@? Respuestas hay millones. Lo sé. Pero el trasfondo siempre es el mismo si nos damos cuenta: Intentar llamar nuestra atención. Que es exactamente lo mismo que pretende nuestro niñ@ interior; de ahí su necesidad de sabotearnos “a su manera”, para que lo miremos y arrullemos.
De modo que, los automatismos, esas formas de reaccionar que nos poseen demasiado a menudo, son una pequeña señal de que hay alguna cosa (o varias) dentro de ti que precisan ser atendidas y miradas con amor. El primer paso es darse cuenta. Y a partir de ahí, el caminito pasa por ponerle voz a ese niño que habita en ti. Solo así podrás empezar a ser el dueño de tu vida.